Un hombre fue contratado para cometer un crimen. Cobró mi dólares por la tarea pero nunca llegó a concretarla porque conocía a la víctima desde la infancia.
Para quedarse con el dinero y no tener que cometer el asesinato montó una escena macabra: La supuesta víctima se acostó en el suelo boca arriba, el sicario la embadurnó en ketchu para fingir la sangre y le colocó un machete. Tomaron fotografías para demostrar que el trabajo se había realizado.
La autora intelectual del crimen descubrió el engaño por casualidad, cuando poco después vió a la víctima y al verdugo juntos. La notica dio la vuelta al planeta a través de internet. Al hacer la denuncia porque había sido estafada por el sicario (que le “robó” los mil dólares) ambos fueron detenidos.
Esta historia ocurrió en la localidad de Pindobaçu, a 400 kilómetros de la ciudad brasileña de Salvador, y contiene ribetes insólitos que generaron una fuerte repercusión en la prensa. Los protagonistas son cuatro: una mujer despechada, una amante, un sicario y un frasco de ketchup.
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